La creatividad desde el principio ha sido el alma de las redes sociales. Una idea original, un contenido auténtico o un mensaje valiente podían catapultarte del anonimato a la viralidad en menos de veinticuatro horas. Pero ahora, algo ha cambiado. El algoritmo ha reconfigurado las reglas del juego, lo que se ve, lo que gusta y lo que se crea. Esto hace que nos preguntemos, ¿Estamos realmente publicando lo que queremos o lo que sabemos que funcionará?
El algoritmo como juez supremo
Todas las plataformas sociales (Instagram, TikTok, YouTube, X, Facebook, etc) tienen sus propias reglas de algoritmo, están constantemente actualizadas. Hay que tener en cuenta que los algoritmos están diseñados para mantenernos enganchados, mostrando contenido que predicen que nos gustará. Para los creadores de contenido y community managers, es una presión constante por adaptarse si quieren ser visibles.
Esta carrera por la relevancia ha traído consigo una tendencia inquietante, la homogeneización del contenido. Cuando todos sabemos que los reels con música viral o los TikToks con determinados ganchos funcionan mejor vamos a replicarlo porque hemos comprobado que funciona. Pero, ¿a qué precio?
¿Creatividad o fórmula ganadora?
Cada día vemos cientos de contenidos que se parecen entre sí, mismos trends, mismos audios y mismos bailes. Lo que antes era un espacio para experimentar ahora parece un escenario donde todos siguen el mismo guion.
El miedo al alcance bajo o a que el contenido muera sin likes o visualizaciones hace que muchos creadores jueguen sobre seguro. ¿Para qué arriesgar con un vídeo distinto si uno con la canción de moda y mismo baile me asegura 20K visitas? Así, el algoritmo nos recompensa por seguir la corriente, no por romperla.
Creatividad condicionada
Esto no significa que no haya contenido creativo en redes. Lo hay, pero cada vez más los creadores sienten que tienen que adaptar su voz, su estilo y su autenticidad para encajar dentro del algoritmo.
Muchos community managers lo viven a diario, crean el post más cuidado, con un diseño arriesgado y un copy brillante… pero pueden pasar desapercibido, mientras que un meme reciclado y con hashtags genéricos explota en interacciones. Esta dinámica puede llegar a ser frustrante, incluso desmotivadora.
La creatividad debería ser juzgada por su impacto, por la emoción que genera o el mensaje que transmite. Pero en redes, el éxito se mide en me gustas, alcance y retención de segundos. ¿Es eso justo para la creatividad?
Romper las reglas a veces funciona
Por suerte, cada tanto aparece alguien que desafía las reglas y triunfa. Creadores que apuestan por un formato raro, un estilo visual distinto o una narrativa poco convencional… y que consiguen captar la atención precisamente por eso. Son recordatorios de que aún hay espacio para lo diferente.
Podemos encontrar muchas marcas que han sabido jugar con el humor y la sorpresa, saltándose las normas y cosechando éxito. Pero no lo hacen sin riesgos, hay que justificar cada decisión ante métricas que no entienden de originalidad.
Ahora bien, no se trata de demonizar al algoritmo, al final es una herramienta útil para gestionar el flujo de contenido. Pero como creadores, marcas o community managers debemos hacernos una pregunta esencial, ¿queremos alimentar al algoritmo o construir una comunidad auténtica?
Volver a conectar con la creatividad requiere tomar riesgos, probar cosas nuevas y aceptar que un contenido con alma no siempre será viral. Pero cuando lo es, el impacto va mucho más allá de un puñado de likes.
Es importante recordar que el algoritmo nos ha ayudado a descubrir nuevos creadores, a viralizar ideas, incluso a estar informados. Pero también ha hecho que muchos se autocensuren, se repitan y se adapten en exceso. Si queremos recuperar la esencia creativa de las redes, tenemos que volver a poner en el centro lo que nos hace únicos.
Porque sí, podemos entender cómo funciona el algoritmo. Pero no deberíamos dejar que él decida quiénes somos como creadores.






